Las relaciones sanas de pareja se encuentran basadas en el respeto y el
aprecio mutuo, por lo que cada uno reconoce la dignidad del otro, sus valores y cualidades, tratando de exaltarlos y estimularlos. Se centran en las partes buenas y nobles del otro, ayudándole a sacar todas sus cualidades y potencialidades. Se sienten orgullosos de sí mismos de su pareja y de ser parte de la relación.
Las personas que son parte de parejas sanas tienen la habilidad para evocarse mutuamente o promoverse los rasgos caracterológicos y temperamentales positivos de su personalidad.
Una pareja sana está conformada por personas maduras y equilibradas
que han aprendido a establecer una muy buena relación con sus figuras paternas, consigo misma y con sus semejantes. Tienen un buen autoconcepto, a la vez que muy buena autoestima, aceptan sus roles como hombres y mujeres, reconocen sus cualidades y los de su pareja, saben lo que quieren y se esfuerzan por alcanzarlo, poseen criterios muy bien definidos que les ayuda a detectar la patología y a evitar involucrarse con personas emocionalmente inestables y conflictivas.
Enfrentan sus problemas día con día, sin dejar pendientes para el mañana, ni cargar con experiencias del pasado. Poseen una gran riqueza
interior, así como una gran capacidad para amar.
Las personas equilibradas son congruentes entre lo que piensan y sienten, entre lo que desean y hacen. Respetan los sentimientos de las demás personas y cuando se dan a una relación lo hacen asumiendo el compromiso y entregándose plenamente a la otra persona, a la vez que colocan todo lo que se encuentra de su parte para hacer que su relación salga adelante y marche bien. Son conscientes de que la felicidad no depende de las acciones de la otra persona, sino de sus propias acciones. Generan expectativas que se encuentran dentro la realidad evitando idealizar demasiado a su pareja. Son conscientes de que como seres humanos pueden cometer errores y cuando los cometen aprenden de ellos para evitar volver a cometerlos. Tienen facilidad para perdonar tanto las equivocaciones de su pareja como las suyas, por lo que pueden olvidarse fácilmente del pasado y enfrentarse al futuro de una manera positiva y optimista. Poseen una buena capacidad de adaptación, que les facilita aceptar los cambios propios de la edad y del tiempo, así como enfrentar las crisis propias de cada etapa del ciclo vital y del desarrollo humano.
Saben que no son personas perfectas y que tampoco pueden aspirar a
la perfección en su pareja. Perciben sus limitaciones y se aceptan con ellas, sin buscar disfrazarlas u ocultarlas. Se permiten enojarse de vez en cuando si tienen la razón, así como sumirse en la tristeza por un tiempo, para luego retomar el control de su vida y seguir hacia adelante.
Estas personas provienen usualmente de hogares integrados en donde
los padres aceptan sus roles y han aprendido a convivir sanamente. Aunque también pueden provenir de cualquier otro tipo de hogar, pero se han propuesto superar a sus padres y aprender sus errores, sin guardar rencor hacia ellos, ni culparlos por su forma de vida.
¿Quién no quisiera llegar a tener una pareja así? Sin embargo para llegar a tener una pareja sana y equilibrada, se requiere también de tener más o menos las mismas características. Ya que las personas maduras y equilibradas sólo aceptan en sus vidas a personas que han alcanzado también el equilibrio o están en camino a obtenerlo. Y si llegan a involucrarse con una persona insana emocionalmente, tienen los recursos para salirse a tiempo de la relación evitándose el dolor y el sufrimiento de muchos años o de toda una vida, con la esperanza de que la otra persona un día decidirá cambiar en su manera de pensar y de actuar o en su actitud.
Una mujer madura y equilibrada, acepta su papel sin desear ser hombre y disfruta su maternidad; tiene la capacidad de amar y ser amada, disfruta tanto del contacto físico como de su sexualidad sin ningún tipo de temores o tabúes; puede ser tanto dulce, como tierna y cariñosa, apasionada, sensible y fuerte, cuando se requiera.
El hombre que se acepta plenamente en su papel de hombre, es congruente e integro, seguro de sí mismo, responsable, honrado y trabajador; fuerte de carácter y sabe lo que quiere de la vida, tiene sueños y ambiciones, no sólo para él mismo sino para todas aquellas personas a las que ama o dependen de él. Un hombre tolerante y respetuoso de los sentimientos de la mujer y lo suficientemente sensible como para pensar en sus necesidades emocionales y sexuales antes que en las suyas propias.
Es importante enfatizar que no existen las relaciones de pareja
perfectas, ni los matrimonios perfectos, pero podemos tratar de aprender y de mejorar cada día a través de una actitud conciliadora, positiva y optimista de la vida y de la relación de pareja. Asistir a terapia para revisar nuestra vida, así como la forma en que llevamos una relación. Leer libros de superación personal y tomar toda clase de cursos que nos ayuden a ser mejores como parejas, padres y seres humanos.
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