La persona abnegada busca como pareja a un padre o una madre, a alguien que le proteja y brinde tanto el afecto como el apoyo que muchas veces no recibió cuando era pequeña. Por recibir ese amor está dispuesto a someterse y renunciar a sí mismo, asumiendo el papel de hijo abnegado y complaciente.
La persona abnegada proviene de un hogar en el que había un padre o una madre muy autoritaria, con muchos prejuicios religiosos, con poca apertura al exterior y la información sexual. No piensa en sí misma, se preocupa demasiado por atender a los demás sin esperar ser correspondido, aunque esto en el fondo le cause mucho resentimiento.
En nuestra cultura la abnegación, es vivida más por la mujer, quien crece creyendo que debe ser una hija buena y complaciente, llena de miedo hacia la vida y ante la posibilidad de no poder salir adelante sin el apoyo de un hombre, el matrimonio cree que es una cruz para ganarse el cielo. No opina, ni contradice al esposo para evitar conflictos. La mujer abnegada atrae a hombres machos, inseguros y acomplejados, groseros, prepotentes, mantenidos e inútiles, alcohólicos, golpeadores, posesivos y celosos, que no le valoran ni respetan. Tienen la esperanza de que su pareja algún día va a cambiar y tienen miedo a dejarla.
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